Santiago de Chile
6 diciembre 2004
Radicado en Estados Unidos, el creador vuelve al ruedo literario con “El cielo en la fuente/La mañana eterna” y “País más allá”.
Mito y genialidad son los calificativos más recurrentes para definir a David Rosenmann-Taub (1927).
“Es el poeta más importante y profundo de toda la lengua castellana”, comenta elogiosamente Armando Uribe, Premio Nacional de Literatura 2004.
Francis de Miomandre, uno de los críticos franceses más prestigiosos, tampoco se queda corto: “No veo a nadie, ni aun entre nosotros en Francia, que se atreva a abordar la expresión poética con tanta desgarradora violencia como David Rosenmann-Taub”.
Sus biógrafos destacan la genialidad de este hijo de padres polacos nacido en Santiago. Aprendió a leer al año y medio. Su madre, la pianista Dora Taub, le enseñó a tocar el instrumento a los dos años, y a los tres comenzó a escribir sus primeros poemas.
De su espíritu inquieto dan cuenta sus estudios de castellano en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile (se graduó en 1948) y sus cursos de astronomía, música, inglés, francés, portugués, estética y física.
A partir de 1985 se radica en Estados Unidos, y desde el año 2000 CORDA, una fundación sin fines de lucro, salvaguarda y difunde sus prolíficas creaciones de piano y poesía.
En Chile, la editorial Lom se ha encargado de mantener vigente y accesible su legado literario. El sello acaba de lanzar “El cielo en la fuente/La mañana eterna” y “País más allá”, sin su autor, quien para reforzar el carácter enigmático y de mito viviente suele ser bastante esquivo. Tanto, que restringe sus entrevistas a una o dos al año.
Desde Estados Unidos, David Rosenmann-Taub cuenta que aún mantiene contacto con Armando Uribe Arce y Luis Merino Reyes, “ambos cabales personas, de fresca atmósfera y limpieza mental en lo que escriben”.
En su poesía un rasgo muy presente es el corazón...
Así como el cerebro es el centro del sistema nervioso (el depósito de la conciencia y de la conciencia de la conciencia), el corazón es el centro de la vitalidad. Se trata de un acuerdo entre la corporeidad y la conciencia. En ‘El cielo en la fuente’ el corazón y el latir tienen muchos niveles”.
¿Qué papel juega la juventud en su obra?
“La energía de senilidad en nuestro planeta es enorme. Aceptar, sin verdadero conocimiento, ideas recibidas es una de las manifestaciones más corrientes de senilidad mental. Los prejuicios son pavorosos colaboradores para incrementar esta senilidad. Juventud es pensar con claridad. Obviamente, la función de pensar es para saber. No le basta al universo con suceder, quiere saberse. No le basta al cielo con ser cielo, quiere reflejarse. Y a la fuente no le basta con ser fuente, quiere reflejar.
“He tratado de expresar en una dualidad lo que es la juventud perenne y cómo conservarla dentro de todas las etapas de la vida. Juventud (mentalidad abierta, curiosidad, salud interna) no tiene nada que ver con la edad. Es muy evidente en los verdaderos artistas, cada vez son más jóvenes. Las últimas obras de Beethoven, de Rembrandt, revelan una juventud enorme. Rembrandt se autorretrata: qué más joven que la fuerza de la conciencia de su vejez”.
¿Por qué “País más allá”?
“He estado escribiendo este libro toda mi vida. En él, mi infancia se funde con la de mis padres y la de mis abuelos. Uno de los niveles que desarrollo es la responsabilidad constante de la verdadera adultez de ser niño. ¿Cuál es la razón de crecer? ¿Cuál es la razón de recordar? La conciencia del despertar cuando, ya no formando parte de aquí, nos dirigimos hacia la niñez de allá.
“Con este libro he querido satisfacer algo que no encontré nunca en mi experiencia de la poesía como lector, es decir, el desafío es ir más allá”.