Paris, 1951
El destacado crítico francés y gran conocedor de la literatura hispanoamericana, Francis de Miomandre, ha escrito lo siguiente en la sección "Lettres ibériques" de "Hommes et Mondes":
He recibido recientemente de Chile Los Surcos Inundados y Cortejo y Epinicio de David Rosenmann-Taub. Estos dos libros poseen una calidad y un acento totalmente excepcionales. No veo a nadie, ni aun entre nosotros, que se atreva a abordar la expresión poética con tanta desgarradora violencia. El dolor de vivir, la desesperación y la amargura de las experiencias cotidianas, la vanidad de todos los impulsos de amor hacia la creación, la obsesión de la muerte inspiran, línea a línea, este lirismo desbordante de ardor y abatido peregrinaje. Para completar este retrato demasiado sumario, es preciso anotar la participación de un humor y una fantasía casi delirantes... Es como si la vigilia estuviera impregnada de una pesadilla, y el poeta creyera que ésta es, justamente, la verdadera realidad; y entonces, la existencia normal, en la que los demás viven y se satisfacen, sería una ilusión de su optimismo obstinado. Elohis que acechan a los Morlochs... como en el terrible cuento de Wells... Sólo el amor, el amor mitad ternura y mitad sensualidad, compensaría esta angustia orgánica; pero ello no dura sino lo que el resplandor momentáneo de su éxtasis y, en consecuencia, el poeta se ve de pronto asido por la espantosa obsesión del "sarcasmo".
Pues bien, tal es la magia del arte - cuando está unida a la sinceridad - que la impresión última que se recibe de la lectura de estos dos libros es la de la Belleza. David Rosenmann-Taub es un auténtico poeta que vive en medio de un mundo en el que cada apariencia está dotada de un sentido simbólico, lo que lo hace, en cierto modo a pesar suyo, hermano de esas innumerables existencias, desde la de la oveja hasta la de la serpiente.
Poesía comprometida, sí, poesía comprometida, sin duda. Comprometida con la pena de vivir, comprometida con la solidaridad del dolor. Escuchad este gemido:
...El hombre lame la tierra y la tierra cae al hombre.
El hombre penetra a la tierra.
Y el llanto de la tierra humedece la frente del hombre.
La tierra con su honda cavidad
lecho de luz,
prepara el sueño.
Hay que dormir el sueño de la tierra
Hay que dormir.
Dormir.
Apoyar en la tierra
una frente tranquila.
Apretar con uña y boca y sed
la sonora cascada de tierra,
su turbulenta caja
navegando a la paz.
Como grito de agua, el tiempo penetra en la tierra de huesos.
Va hacia el dormido.
Le pregunta si el sueño tiene sabor de tierra.
Y el dormido no sabe si decir
"Quiero"
o callar...
[Cortejo y Epinicio, primera edición: Poema LXVII.]
Vacilar entre la aceptación radiante y el rechazo lleno de horror, no es sino la actitud propia del poeta y del místico.
Este lirismo de agonía se halla muy cerca de nuestro corazón.
Amarga y desgarradora poesía la de David Rosenmann-Taub, presa, hoy, de todas las angustias del porvenir.