Santiago de Chile
27 Septiembre 1998
Éste no es un mero cachiporreo a la chilena.
La poesía de los chilenos es considerable en este siglo, pero no es de manera alguna superior a la de otras lenguas ni de los países que hablan y viven en la nuestra.
No hay campeonatos en poesía ni en cultura ni en belleza. Pero puede la poesía de Rosenmann-Taub, por gusto, por conocimiento y por justicia, estimarse como señera y reveladora de formas de belleza comedida aun cuando es desaforada, y por manifestación de una vida contemporánea atormentada, la de un autor máximo.
Nos tocó en azar y regalo que hubiera en nuestros días este poeta Rosenmann-Taub.
Su obra es considerable, incluso en número de volúmenes ya publicados. Tiene, este año, casi cincuenta de conocimiento público, y el poeta cumple setenta. ¿Conocimiento público? Es virtualmente desconocido. Ignorado en Chile. ¿Por qué? Ello no dice nada en contra de Rosenmann-Taub. Dice mucho de la invalidez chilena. ¿Cómo es posible que se crea que no existe; y aun - para algunos de los pocos que han oído su nombre - que es una especie de invención literaria?
Por insoportable que fuere su personalidad humana para quienes le conocieron, esto no explicaría el atroz desconocimiento del más completo valor poético en Chile aún vivo. ¿Dónde está? Pues, en sus obras; y físicamente en el norte de América, costas del océano Pacífico. Sigue escribiendo solitario.
La Gabriela Mistral produjo antipatía en Chile; por eso se fue, y vio de nuevo su país pequeñísimas veces; y murió afuera. Pero obtuvo, aunque a regañadientes, algunas consideraciones en su país en vida. Rosenmann-Taub, no.
Este nacido en la calle Echaurren de la miserable capital destartalada e incoherente del país Chile, es como si no hubiera nacido nunca. Para los demás, sus contemporáneos, pese a que el primer libro suyo, el inenarrable Cortejo y Epinicio recibiera medida admiración de ciertas buenas voces chilenas, las de Hernán Díaz Arrieta, Roque Esteban Scarpa, Hernán del Solar.
Después de sus otros dos breves libros de poesía - también publicados por los excelentes hermanos Soria, de Cruz del Sur -, primeros años de la década del '50, casi nadie dijo nada. Y, sin embargo, fueron apareciendo poemas suyos, inéditos o no, eran antología y ése era un cuaderno del Taller 99, con grabados. Y en la década del 70, cinco libros mortales en la Editorial Esteoeste de Buenos Aires. Sólo respecto de uno de ellos se conoce un comentario de Hernán del Solar; pasó inadvertido. No tuvieron más eco en público esos libros.
Todo lo de Rosenmann-Taub, con el tiempo, ha pasado a ser ignorado. Apenas habemos algunos que afirmamos su máximo valor en Chile y fuera. Pero no lo escucha prácticamente nadie.
¿Qué pasa en Chile?
¿En qué país estamos, para que un poeta único en las letras y en el espíritu de quienes hablan, piensan y sienten en castellano, sea dejado de lado, dejado de mano, despojado? ¿Es para que nos despojemos de él, como si fuéramos ricos en genio?
Todo, de lo peor, pasa en Chile. Así, Chile pasará. De pena, sin gloria.
Pero el poeta dura, su poesía es perdurable. Diríamos imperecedera, si no supiéramos que al fin, en fin, todo morirá en este mundo.
Oyen la voz, atorada por el dolor y el amor, de David Rosenmann-Taub, en poemas de hace más de cuarenta años. Y lean, si lo encuentran, el extraordinario metafísico divino poema en el último libro suyo que conocemos, henchido del vino fatal de un solo poema derramado en múltiples estancias: El Cielo en la Fuente.
[En otro libro, Los Surcos Inundados, el poeta habla del niño "dandún", que está muriendo.]
"La sombra de la muerte en el umbral se pára.
Oh dandún, oh dandún, no le mires la cara.
(...)
La sombra de la muerte desde el umbral avanza.
Oh dandún, oh dandún, tápate con las sábanas.
En las manos el cuesco del burburbur: ventana
de par en par, almendra que crepita, cuncuna,
ladrillos, pasos, ruedas: la silla gujgujguj,
la cucharita, (...)
La sombra de la muerte está junto a tu cama.
Sé bueno, mi dandún, mira mejor el alba.
Un corto pasadizo (...)
Desde el umbral el sol, tendido, como un perro,
mira la quieta colcha, (...)
en tus ojos cerrados, terriblemente abiertos."
[El niño ha muerto; y se le dice un Réquiem:]
"(...)
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.
Cascarón, ay badulaque,
dandún, tímido rumor:
allá con la banderilla,
aquí con el batallón
de los muertos, oh dandún,
tan cuajarón, tan dulí:
allá desmayos de llanto,
aquí te echas a reír.
Ya se cerró tris pulsera,
ya se cerró tris collar,
aunque siempre te miremos
no te veremos jamás.
(...)
Ya se cerró, se cerró,
no es el cuco, sangre mía,
ya se cerró, se cerró,
no es la muerte, sangre mía,
(...)
si no se pudre el olvido
nonunca te olvidaré,
(...)"
Poemas más estremecedores no conoce la poesía chilena. Ni la Mistral, ni otro alguno, llega a la abominación de la pena patética a la que alcanza plenamente David Rosenmann-Taub con su "garra, desesperación" [las dos últimas palabras del poema]. Había ya otro poema a este mismo "niño podrido" con "pañales de musgo", en una "canción de cuna" deCortejo y Epinicio.
¿Y por qué no se sabe, no se oye, no se ve? Por pecado espiritual de los chilenos que estamos todavía para males vivientes. Y por imbecilidad.
Ya se arrepentirán, si sobreviven unos cuantos lúcidos, cuando ya no haya más poeta, y nadie capaz de cantar dandún. ¡Para lo que sirve decirlo!
Se callará quien lo dice, se acabará el papel de este artículo. Silencio sobreviniente. Perpetuo. Ah, no. Alguien surgirá de los úteros que puedan dar fruto al país, y sabrá.
David Rosenmann-Taub es poeta vivo mayor, está viviente en tierra o en cielo. Es la fuente de aguas vivas de la que escribió hace mil años casi, Yehuda Halevi.
Ocurre tal vez que sea necesaria una portada en esta carta a nadie.
Rosenmann-Taub no es poeta para niños; ni de niñerías. Existe la convicción de que es más profundamente serio en su poesía, y acaso en su misteriosa vida, que Neruda, Mistral o, por cierto, Huidobro. ¿Para qué decir Parra, u otros?
La discreción con soberbia, pero sin vanidades, del gran poeta que compone, guarda, y a veces publica, si se da lugar, lo coloca asimismo aparte en nuestras tropezadas tradiciones. No le importa que se piense en él, o lo que de él se piense. Es un tipo único de escritor entre nosotros.
A la vez, corresponde a los rasgos primordiales que han hecho de la poesía en verso chilena del siglo que acaba, una poesía de veras.
Siendo en definitiva muy de aquí, es muy y muchísimo de más allá. Y, perdónenme, del más allá.
Armando Uribe Arce es poeta, traductor y ensayista. Su obra incluye varios volúmenes de poesía, así como libros sobre Eugenio Montale, Ezra Pound y Paul Léautaud. Ha sido diplomático en los Estados Unidos y en China, y ha dictado cátedra en la Universidad de Chile y en la Sorbona.