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Santiago de Chile
22 junio 1952
"Donde muere la música,/ otra vez las palabras", dice el poeta David Rosenmann-Taub, en la portada de su obra reciente, Los Surcos Inundados. He ahí, tal vez, los dos versos de un poema inconcluso, disparados hacia horizontes cuajados de presentimiento, de doctrina y contenido estéticos. Porque cuando la música languidece, la palabra le presta vibraciones, se convierte en soporte y vehículo de otra música que las ideas hacen brotar en su alquimia.
Quizás sea un postura estética la de animar las palabras de manera que despierten hondas vibraciones humanas. Y en tal caso, el poema vale tanto por lo que dice como por lo que sugiere.
David Rosenmann-Taub es un gran poeta, un hábil creador de alusiones, sin llegar nunca a prescindir de la lógica formal. Rebullen en sus versos asociaciones sugestivas, cual ensueños de armonía. En ocasiones, un pensamiento es para el poeta una experiencia que dispara la emoción del poema, y así cuando nos habla de las raíces de la creación poética, sintetiza las razones que hacen alumbrar la obra de arte en un "fruto vagando en la niebla", en un "relámpago vivo", "brote sagrado", "limo fragante". El hijo es "la despedida de mis bríos maduros". En él rebulle como "el amor fuerte que se oculta en la espina."
Hay en los versos de este poeta un romanticismo diluido, un balanceo constante en su téostrar el dentro y fuera de las emociones, el fluir temporal de la anécdota elevada a caso ejemplar.
En los poemas que constituyen el "Friso de Isabel", se da una especie de arabesco romántico, muy próximo a un misticismo entre amoroso e intelectual. Los versos, en su ritmo, son como una "brisa, sombra".
Composiciones como las tituladas "Abismo" y "Réquiem" son alardes de meditación en torno a la sombra de la muerte, sobre un motivo infantil cuajado de anhelos paternales, de tragedia dolorosa ante la realidad de un morir inexorable.
No es fácil hallar en esta obra resonancias de otros poetas. Si la hubiera, habríamos de aceptar el hecho de una reelaboración original de construcciones nuevas que han permitido reducir a elementos ancilares lo que en otros poetas fueran estímulos básicos, origen del poema, del revolar poético.
En Chile, país de grandes artífices del verso, la voz de David Rosenmann-Taub entona sus canciones de amor, sus raptos de misticismo (al parecer de raíces esotéricas), sus ejercicios de ritmo, como cultor de una orientación estética que reposa en una inteligente confrontación de clásicos recursos poéticos.
En Los Surcos Inundados se vislumbra la potencialidad de un espíritu diestro en calar honduras, en crear imágenes que se desgranan del canto en lugar de bajar de la charla intrascendente.
He aquí una poesía que no siendo hermética rasga el azul de las alusiones. Como en los grandes poetas, una experiencia vivida o imaginada se convierte en disparadero de sutiles lucubraciones. Y el espíritu transita todas la gamas del azul, los grises de una lira que vibra al compás de la realidad, más allá de lo concreto y temporal.