¡Desciende!: los riscos anuncian la noche,
las lágrimas curten sabor de crepúsculo,
los ímpetus riñen con orlas de bronce,
los árboles sueltan dolores absurdos.
¡Desciende!: los niños restauran agüeros,
la rancia penumbra mitiga los patios,
y silban, dichosas, las hojas al viento:
jaspe valentía de injertos icáreos.
¡Desciende!: las púas del humo, las fundas
labriegas de ruines mazorcas,
te llaman, te estrujan
de lejos: ¡te alondran!
Muy suave, inequívoca,
almohádame y mádreme y créceme.
Oh blanca tiniebla de fijeza viva.
¡Desciéndeme, Nieve!