Revista Letral, #17
November 2016
Álvaro Salvador: ¿Qué importancia cree que tiene en su poesía el profundo conocimiento que usted tiene de la música? ¿Y el dibujo, la pintura?
David Rosenmann-Taub: La poesía, la música y la pintura son maneras de expresar pensamiento: distintos lenguajes: verbal, musical, plástico. Esto lo podrá comprobar en Alm-ería, que está por publicarse en la editorial Pre-Textos. Isaac Albéniz compuso, mediante la música, un poema. El dejar constancia de mi suceder a través de estos lenguajes me es natural, como respirar. En cuanto al conocimiento profundo, si no hay un conocimiento absolutamente al máximo, lo que se haga será mediocridad o fracaso.
El ritmo es un fenómeno constante en el cosmos, biológicamente: desde la respiración, los latidos, todo está bajo el ritmo. El dibujo, la pintura, la música y la poesía: pensamiento rítmico. La música, cuando tal, es poesía y también pintura. Y la pintura, cuando es verdad, es también música: tiene su ritmo. El ritmo tiene un sentido, una función expresiva. Lo tonal y lo atonal está en todas las artes. Para cada arte, el ritmo determina las condiciones de relacionar un elemento con otro: cómo destacarlos, cómo enfrentarlos. El juego silábico es lo mismo que el contrapunto. Lo fónico en la música es la búsqueda de equilibrio, el contraste de sonoridades, lo armónico o lo inarmónico: sonoridades en acuerdo, sonoridades en guerra. La tonalidad, los conjuntos rítmicos y sus cambios son lo que la rima en poesía. El valor del silencio tiene una importancia fundamental en poesía, en música, equivalentes a la distribución del espacio en pintura, en escultura, en danza, en lo teatral.
AS: Se advierte en su poesía una estilización de la tradición poética popular, no sólo chilena sino más general. ¿Es un proceso consciente o surge al hilo de su desarrollo creativo?
DR: Lo que se considera popular a veces contiene sustancia. El conocimiento directo de algunos araucanos me afectó.
AS: La tetralogía Cortejo y Epinicio tardó muchos años en materializarse como tal. ¿Considera usted su proceso de creación como una obra en marcha, como un work in progress?
DR: En la última edición de los cuatro volúmenes que publicó LOM Ediciones, en el primero viene explicado por qué se llama Cortejo y Epinicio: las cuatro etapas de la vida. Siempre lo vi completo; la vida me confirmó lo que intuí. El hacerla llevó tiempo, pero lo que quería hacer lo tuve claro desde el comienzo con mucha evidencia. Una cosa es planificar una obra y otra es su realización. Cómo cumplir conmigo mismo. No traicionarme. Ochenta años es un instante. Lo indispensable es el testimonio, con certeza, del yo. No soy esclavo del tiempo. Disfruté de la juventud de mi abuelo. Mis padres no tenían edad. Con ellos supe qué era inteligencia y qué significaba una mente fresca y sin prejuicios. Una influencia que conservo conmigo.
AS: Uno de los aspectos que más llama la atención en su trayectoria poética es la existencia de largos períodos de silencio. ¿A qué se deben esos períodos? ¿Tienen que ver con las dificultades de la creación poética o simplemente a circunstancias personales?
DR: Una cosa es escribir; otra, publicar. No ha habido día en que yo no haya escrito. Desde los dos años de edad, les dictaba a mi padre o a mi madre. A veces se me manifiesta el pensamiento en música, en dibujo. Publicar no es fácil. ¿Interrumpir mi trabajo creativo? No lo he experimentado nunca.
AS: Sabemos que para usted la poesía es, en cierto modo, un proceso de esencialización de la palabra. Sin embargo, para perseguirlo usted no ha desdeñado las formas propias de la poesía conversacional e incluso realista, lo que precisamente le otorga a su obra una singularidad muy notable. ¿Qué podría aclararnos de este aspecto?
DR: Lo fundamental, para mí, es ser exacto. Todo lo que permite esa exactitud lo pongo al servicio de la obra.
AS: ¿Qué significa para usted la formalización poética vanguardista o neovanguardista, que también utiliza en algunas ocasiones?
DR: Para mí no hay vanguardistas ni clásicos ni románticos. Hay artistas o no. La denominación de vanguardista es olvidarse de que estamos en el tiempo. Estoy ocupado de hacer arte, no de estar a la vanguardia o a la retaguardia. El verdadero arte: siempre de ahora.
AS: Una de sus temáticas centrales es la religiosa, pero tratada siempre de un modo muy heterodoxo. ¿Qué supone la religión o las religiones para un poeta?
DR: Para mí no significan nada, porque lo que no me consta no tiene para mí ningún sentido tomarlo en consideración. Incluso la fantasía es uno de los múltiples recursos para expresar la verdad. Una de las expresiones menos religiosa es la religión. Cristo es una manifestación de lo realmente humano. Y Jeová me permite mostrar lo inhumano. Cuando se trata de personas verdaderamente religiosas, como es el caso de Juan de la Cruz o Teresa de Ávila, ¿cómo les fue en su medio religioso? También es humana la ingenuidad.
AS: La sexualidad, el erotismo, no están muy presentes en su poesía, aunque a veces se asoman, se sugieren. ¿Es un tema delicado?
DR: Están presentes en muchos aspectos de mi poesía. Respecto a lo delicado, es como si me dijera: “¿Es un tema delicado la matemática?”
AS: ¿Qué opina de la llamada poesía comprometida con la sociedad o directamente política?
DR: La historia humana es siempre la misma pieza con distintos actores. Si vemos la expresión de la Venus de Milo: “No quiero mirar el mundo; miro lejos, lejos. No quiero mirar a los que me están mirando”: es una escultura para cualquier tiempo. Los “Preludios y fugas” de Bach, el “Gaspard de la nuit” de Ravel estarán siempre escritos ahora. La poesía está comprometida con la belleza. ¿Qué más bello que la verdad?