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“Didácticas del mensajero: Oó,o”

por Julio César Galán, juquesadag@unex.es

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[Reseña de Oó,o, de David Rosenmann-Taub. Valencia: Pre-Textos, 2015.]

Hace algo más de un año David Rosenmann-Taub publicó el primer libro inédito en España que lleva por título Oó,o (2015); desde este libro hasta los veintidós años del autor chileno en que editó su primer libro, Cortejo y Epinicio, estas dos últimas palabras serán esenciales para reflejar el duelo de la luz, lema que da título a la antología publicada en Pre-Textos en 2014 y que reúne los diferentes tramos de El Zócalo, El Mensajero, La Opción y La Noche Antes. Ambos libros están estrechamente relacionados por numerosos puntos comunes. Todo ello en expresión radical de lo absoluto por medio de ese ir más allá de los bordes del poema: amor por la plenitud junto con la experiencia creadora. Todo marcado por las tres cualidades que santo Tomás de Aquino pensaba para cualquier universo literario: la totalidad como unidad, la coherencia y la capacidad de iluminación de la palabra. Pocos, poquísimos, creadores nacidos en el siglo pasado demuestran esas capacidades, por eso de esa centuria quedarán, como mucho, no más de diez poetas (lo sublime precisa de lo justo). Y esta última reunión de poemas Oó,o, prologada por Jaime Siles, engendra ese espacio necesario para la poesía, fruto de esa temporalidad depurada, en forma de indicio de pasos fulgurantes y con la querencia de llevar el caos al orden. Además de un tratamiento del signo lingüístico en sus límites de conocimiento y comunicación. Este registro cíclico de decir la verdad, su verdad que es la verdad de todos, supone una forma de regresar a lo profundo, en rico temblor.

La división de la estructura de Oó,o se lleva a cabo sobre la base de varias razones, que se pueden resumir en la culminación del desligamiento en y desde la palabra para hacerla más limpia, casi transparente. Ese proceso de desmaterialización del lenguaje no viene por la abstracción y no va hacia ella (que se utilicen con frecuencia palabras abstractas no quiere decir que su poesía sea abstracta), surge de la necesidad de decir, de expresar a Dios o el amor con la templanza de no caer en el patetismo o el exhibicionismo. Así, cada poema resulta un homenaje sobrio, de belleza plácida y luminosa, a esa partitura del signo hecho música: “Oó,o: no he venido a/vivir,/sino a// morir, como todos/ los hombres/dijo//Cristo. <>,/ le enderezó un residuo/de festín/de alimoches” (2015: 27).

Una de las grandezas de este libro proviene del tratamiento expresivo de ese descenso de la memoria al vacío, con la paradoja del ascenso por los extremos del lenguaje y en un punto de encuentro con la tradición romántica europea en su intensificación del simbolismo –la luz en sus diversas variantes–, o con la española en cuanto a inmanentismo (Juan Ramón en sus aguas de dios deseante y deseado, pero reducido a lo esencial). Ese tino de mostrar una palabra demasiada clara se conjunta, poco a poco, por una expresividad más sugerente, en linde con la sombra. Ese conocimiento del yo y del mundo puede indicarnos, en un primer momento, una brevedad aparente y cuantitativa pero no cualitativa; pues esa concisión lleva a un ascenso de la mirada. Todo ello se debe a un proceso de interiorización y de madurez total.

Centrémonos en este aspecto de ascesis. En un principio, nos decimos: -Por esta razón, tenemos-al leer sus versos- esa sensación de movimiento tranquilo, ya que de un modo sencillo muestra esas pequeñas verdades del entorno: el descanso vital que se traspasa al poema como expresión de la cotidianeidad. Y a este abono podemos sumar sus obsesiones presentadas dentro de un estilo reconocible, sobrio, seco, tensado en el verso, metafísico e irónico; fluido en la variación rítmica de una pluralidad coral, es decir, el tema y su tratamiento armónico se presentan de manera brillante, con contenido y contundencia, sin imposturas seudorreflexivas, en unidad de pensamiento como nos dice Jaime Siles. En este sentido, la construcción de un yo propio conlleva un proceso de ascesis y de unión con uno mismo. Ese proceso se resuelve, en el caso de David Rosenmann-Taub y Oó,o, por medio de textos creados con un estilo reconocible. Como la realidad, múltiple y diversa, la identidad se muestra de ese modo y también el texto poético lo lleva a cabo, ya que esta escritura refleja las estratificaciones de esa otra realidad que es esta.

Los límites del poema son tratados como una ficción porque, en realidad, no representan una verdad incuestionable ni un ámbito definitivo. Hurgar en las zonas ocultas de la identidad equivale a la exploración de las franjas íntimas del texto poético. Se nota que hay mucho que decir y que todo ello se dice con una claridad desasosegada, discursiva, paradójica y elíptica en ocasiones, como la sintaxis en la que cabalga; en el interior de estos poemas sin título se enseña y se siente la plena consonancia de la depuración. La visibilidad de esos círculos se manifiesta de manera formal en su estructura. En ella se mezclan la realidad exterior y la interior, en donde la evocación y la sugerencia se concretan, sobre todo, en la aparición constante de determinados símbolos y con ellos viene todo el deseo atenazado y el erotismo como salida al instinto. Lo erótico y lo místico, dos alturas de un mismo vértice. Estas experiencias de desbordamiento de la identidad permiten a sus autores acercarse a la ausencia de lo personal. Ponerse fuera de sí como una forma de volverse a encontrar al final; envolverse y recogerse en interioridad resplandeciente. Destruir la identidad para construirla; resolver las posibilidades de existir, reconstruir lo que ya no soy en lo que soy: despersonalizarse para personalizarse.

En Oó,o tenemos ese dichoso eterno retorno del poema, en el que cada texto está incrustado en el otro, en el que cada uno da paso al otro, y siempre en ciclo abierto: el saludo y el adiós en un mismo punto. Esta poética de la brevedad expande el apunte cotidiano a través de lo lúdico y lo dialógico. El sinsentido de la vida y sus intrascendencias se transforman en plenitud, en verso celebratorio y entusiasmo vital. Para ello David Rosenmann-Taub va siempre hacia lo diferente y lo diferido; siempre con la música y el ritmo enclavados en el lenguaje, en lucha de contrarios, y finalmente resuelto en aquello que importa: “un enamoramiento entre planetas” (2015: 149). En efecto, un conjunto poemas que renueva la tradición, que aporta caminos nuevos y se hace necesaria para generaciones futuras.

Obras citadas

Rosenmann-Taub, David (2010). Me incitó el espejo. Barcelona: DVD Ediciones.

--- (2014). El duelo de la luz (Antología de Cortejo y Epinicio). Valencia: Pre-Textos.

--- (2015). Oó,o. Valencia: Pre-Textos.

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Este artículo ha sido publicado en el número 17 (2016) de la Revista Letral. Revista Electrónica de Estudios Transatlánticos de Literatura. http://revistaseug.ugr.es/index.php/letral

This article was published in Revista Letral, number 17, 2016. Electronic Journal of Transatlantic Literary Studies. http://revistaseug.ugr.es/index.php/letral